A continuación presento un texto de una muy querida amiga, que firma con su nombre literario, un relato fuerte y directo, con una prosa medida, llena de eso vital que toda buena literatura tiene. Disfrútenlo:
"Ahora es la hora de mi turno
el turno del ofendido por años silencioso
a pesar de los gritos
Callad
callad
Oíd"
Roque Dalton
Los efectos eran ya inapelables, pero por alguna razón
todo su cuerpo se resistía a continuar el destino de la degeneración de
sus órganos. Una gata en celo aullaba a lo lejos al filo de la media
noche, llovía torrencialmente en aquella cabaña, alejada del mundo, de
la realidad, de Dios. No había lugar para arrepentimientos.
Su cuerpo, que siempre había sido tan fuerte, ahora solo era un despojo
que le imposibilitaba el movimiento. No entendía lo que ocurría ni mucho
menos de que forma había terminado ahí, conservaba un poco de cordura
en medio de alucinaciones. Se encontraba en medio de un charco de sangre
y otros fluidos extraños que manaban de su cuerpo.
Recordó a ratos
haberse sentido mal luego de comer ciertos alimentos, los
malestares cada día fueron peores, pero entre la vida social, hijos, esposa,
amigos y ella, fue dejando de lado sus achaques y continuo haciendo que
todos lo vieran tan imponente como siempre.
Entre fiebres vino a su mente el recuerdo del encuentro con ella en un
motel de la cuidad, no había pensado que aquel reencuentro
podría haber hecho liberar sus más reprimidos instintos. La había hecho
suya varias veces, pero decidió ponerse
imponente, infantil y controlador por lo que finalizó aquella burda
relación de tajo. En su intento de ser moralista solo le quedo un leve
sentimiento de culpa y continúo su vida entre familia y amistades.
Escuchó que la puerta de madera se abría y gritó pidiendo auxilio, se
arrastró entre sangre y porquería nadie respondió. Continuó el silencio,
perdía la vista, el movimiento, la fuerza, la atención. Al rato escuchó
unos pasos que se acercaban hacia él, vinieron más alucinaciones,
recordó aquella noche en que le reclamaba a su mujer porque no lo
apoyaba, por dejar sus estudios y convertirse en padre, por las noches en
que llegaba cansado pidiendo sexo llano y no lo encontraba, le reclamo
por los pecados de su progenitora de su abuela y tatarabuela, como si de
ello tuviese alguna culpa, terminaba augurándole un sinfín de desgracias a
ella y a todo cuanto tuviera que ver con su linaje.
Su esposa entre
lagrimas no respondia nada en esas sesiones. Eran asi, las tenia tan claras,
no podía hacer mas que callar o las cosas se pondrían peores. En su
mente solo había un ¿por que?
Aquella sesiones de insultos, gritos e
imposiciones, terminaban entre sexo coital, secas frases de te amo y todo
volvia a comenzar. Por suerte ese dia no había dejado ninguna huella en
su piel.
Los pasos terminaron frente a él, reconocio de inmediato aquellos
zapatos que se detuvieron frente a su rostro, quiso decirle que lo
socorriera pero apena salían sonidos de su boca, y le parecio extraño que
ella no se inmutara ante quel espectáculo grotesco.
Su esposa llevaba
un vaso en la mano y se sentó junto a él mientras lo agitaba y le dijo
que ahora era el momento de que ella hablara y él callara porque era su
turno de hablar, se acercó a su oído y comenzó a decirle verdades a
murmullos, a cada palabra sus ojos se desorbitaban y se quejaba, quería
tomarla, maldecirla, hacer caer la fuerza de sus puños y sus manos como
lo había hecho antes pero ahora ya no podía. Quería resistirse, pero ahora
debía conformarse con callar, escuchar y morir.
Liss
Liss
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