Vivimos una época distorsionada, una época de miedo, de peligros, de violencia. fomentada en antivalores, en que el mal es mejor y precia mas que el bien. Pero no debemos caer en la fácil salida de echarle la culpa a la actual sociedad, al perreo y reggeton más vulgar que instrumentaliza a la mujer y cosifica al sexo, o a la clase política más corrupta que se recuerde, pues con la ley de acceso a la inforamación, ahora hacen sus "chanchullos" frente a todos sin mayor reparo o verguenza; tampoco terminan de ser la causa las maras o pandillas, pues son más el resultado de un fenómeno que se fue dando paulatinamente en nuestra sociedad.
En la segunda mitad de los años 90s, con la guerra ya terminada, más no superada, ojo con ésto, comenzó la pérdida de la inocencia política, la "nueva" clase política, nacida de los Acuerdos de Paz, que se había armado de un discurso de alta moral en los años del Conflicto Civil, cometía los mismos desmanes y las mismas corrupciones que antes habían atacado. La izquierda política que tanta fe y esperanza despertaba en la juventud idealista, tuvo una transformación hacia el pragmatismo político, radicalizándose, polarizando a la sociedad. Ambas, izquierda y derecha, no pudieron evolucionar de los marcos conceptuales de la Guerra Fría. La gente, la juventud, empezó a perder esperanza en dicha clase política y en los valores que ambos grupos decían representar. Esto llevó a que se acrecentarán los sentimientos egoístas, las acciones de sobrevivencia personal a cualquier costo. Si el partido político en el que creías no hizo lo que te prometió, si el fin de la guerra no trajo el paraíso que todos decían, entonctes hay que velar por uno mismo, hay que luchar contra todo y todos, y el lado mpas salvaje, más inhumano del capitalismo se asentó no sólo en nuestra economía sino también en nuestros conceptos y conductas.
Los salvadoreños tenemos un concepto autóctono para dicha actitud. Lo llamamos "viveza", los padres y la demás gente adulta se lo enseña repetidamente a los niños: vivo es aquel que gana, vivo es aquel que consigue pisto facil, viveza es quedarse con el vuelto de lo comprado, viveza es bajarle la novia al lento, viveza es no pagar el pasaje, viveza es triunfar sobre los demás... Y claro tiene su contraparte, los "lentos", los que siguen las reglas, los que "van despacio", no se aprovechan y, por lo tanto, alguien se aprovechará de ellos.
Esta idea está extendidísima en la idiosincracia salvadoreña, a pesar que subvierte completamente los valores cristianos que dicha sociedad dice sostener y promover, pero así son las cosas, la doble moral que se vive en miles de familias que van a misas, cultos y todo tipo de rituales religiosos pero que en sus charlas de sobremesa le dicen a sus hijos las frases del párrafo anterior.
Y ahora, 20 años después, qué tenemos, pues una sociedad egoísta, materialista, que podemos ver la tasa de muertos diarias que fluctua entre los 18 y los 25 seres humanos, victimas de la violencia sinsentido que nos ahoga, por no mencionar las decenas de robos y demás actos violentos. Una sociedad que concibe el éxito como la victoria sobre los otros, los débiles, los que no pueden...
Algunos, tal vez la mayoría, dirá que es la única forma de sobrevivir, y tal vez tengan razón, pero eso no significa que estén en lo correcto. Sólo porque el mal parezca ganar no significa que sea el camino adecuado. Sólo significa que nos hemos equivocado de rumbo.
Hay voces disonantes, por todos lados y en todos lo ambitos de la realidad salvadoreña, voces que nos llaman a la reflexión, al cambio, a la solidaridad, a recobrar los valores. Pero se enfrentan a la inercia social que nos rodea. Tanto en la derecha como la izquierda política hay grupos que quieren avanzar, pero que chocan contra cúpulas oxidadas, atadas al pasado porque es algo conocido y cómodo y es más facil repetir el discurso de la Guerra Fría de hace más de 25 años que arriesgarse con algo nuevo.
Mientras en las escuelas, en las empresas, en el deporte, los antivalores crecen, se alimentan del miedo, del instinto de sobrevivencia a cualquier costo, y no vemos una salida a mediano plazo, y la esperanza se vuelve cada vez más pequeña......
En la segunda mitad de los años 90s, con la guerra ya terminada, más no superada, ojo con ésto, comenzó la pérdida de la inocencia política, la "nueva" clase política, nacida de los Acuerdos de Paz, que se había armado de un discurso de alta moral en los años del Conflicto Civil, cometía los mismos desmanes y las mismas corrupciones que antes habían atacado. La izquierda política que tanta fe y esperanza despertaba en la juventud idealista, tuvo una transformación hacia el pragmatismo político, radicalizándose, polarizando a la sociedad. Ambas, izquierda y derecha, no pudieron evolucionar de los marcos conceptuales de la Guerra Fría. La gente, la juventud, empezó a perder esperanza en dicha clase política y en los valores que ambos grupos decían representar. Esto llevó a que se acrecentarán los sentimientos egoístas, las acciones de sobrevivencia personal a cualquier costo. Si el partido político en el que creías no hizo lo que te prometió, si el fin de la guerra no trajo el paraíso que todos decían, entonctes hay que velar por uno mismo, hay que luchar contra todo y todos, y el lado mpas salvaje, más inhumano del capitalismo se asentó no sólo en nuestra economía sino también en nuestros conceptos y conductas.
Los salvadoreños tenemos un concepto autóctono para dicha actitud. Lo llamamos "viveza", los padres y la demás gente adulta se lo enseña repetidamente a los niños: vivo es aquel que gana, vivo es aquel que consigue pisto facil, viveza es quedarse con el vuelto de lo comprado, viveza es bajarle la novia al lento, viveza es no pagar el pasaje, viveza es triunfar sobre los demás... Y claro tiene su contraparte, los "lentos", los que siguen las reglas, los que "van despacio", no se aprovechan y, por lo tanto, alguien se aprovechará de ellos.
Esta idea está extendidísima en la idiosincracia salvadoreña, a pesar que subvierte completamente los valores cristianos que dicha sociedad dice sostener y promover, pero así son las cosas, la doble moral que se vive en miles de familias que van a misas, cultos y todo tipo de rituales religiosos pero que en sus charlas de sobremesa le dicen a sus hijos las frases del párrafo anterior.
Y ahora, 20 años después, qué tenemos, pues una sociedad egoísta, materialista, que podemos ver la tasa de muertos diarias que fluctua entre los 18 y los 25 seres humanos, victimas de la violencia sinsentido que nos ahoga, por no mencionar las decenas de robos y demás actos violentos. Una sociedad que concibe el éxito como la victoria sobre los otros, los débiles, los que no pueden...
Algunos, tal vez la mayoría, dirá que es la única forma de sobrevivir, y tal vez tengan razón, pero eso no significa que estén en lo correcto. Sólo porque el mal parezca ganar no significa que sea el camino adecuado. Sólo significa que nos hemos equivocado de rumbo.
Hay voces disonantes, por todos lados y en todos lo ambitos de la realidad salvadoreña, voces que nos llaman a la reflexión, al cambio, a la solidaridad, a recobrar los valores. Pero se enfrentan a la inercia social que nos rodea. Tanto en la derecha como la izquierda política hay grupos que quieren avanzar, pero que chocan contra cúpulas oxidadas, atadas al pasado porque es algo conocido y cómodo y es más facil repetir el discurso de la Guerra Fría de hace más de 25 años que arriesgarse con algo nuevo.
Mientras en las escuelas, en las empresas, en el deporte, los antivalores crecen, se alimentan del miedo, del instinto de sobrevivencia a cualquier costo, y no vemos una salida a mediano plazo, y la esperanza se vuelve cada vez más pequeña......
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