La llegada de un nuevo gobierno
siempre generará expectativas a veces desmedidas, tomando en cuenta que no
llega desde cero, sino que debe administrar la herencia que recibe, para bien y
mal. Pero el futuro presidente salvadoreño, que tomará posesión de su cargo el
1 de junio ya próximo, ha generado esperanzas y miedos igualmente intensos,
como pocas veces en la historia de nuestra joven y relativamente reciente
democracia.
Nayib Bukele asumirá la
presidencia de la república luego de un gane histórico en las elecciones de febrero
pasado, donde obtuvo una cantidad de votos mayor a los de todos sus
opositores juntos, aunque hay que acotar que aún sus electores fueron superados
por una amplia mayoría del padrón que decidió no votar por nadie.
Con este caudal político, y con
índices de aprobación, según las últimas
encuestas, muy elevados, Bukele llegará al Poder Ejecutivo con el apoyo
popular muy bien definido, lo que le ha llevado a ganar, por voluntad o
conveniencia, el apoyo de muchos actores políticos tanto grupales como
individuales. Y cada decisión que el presidente electo está tomando semanas
antes de su toma de posesión se vuelve algo viral en las redes sociales, su
campo de batalla político favorito, prácticamente inaugurado por él en la lucha
electoral, sigue controlando cómodamente con una larga lista de fieles
seguidores y, hay que decirlo, muchos usuarios falsos o cuentas que simplemente
repiten sus declaraciones y ocurrencias.
En esas redes sociales, sobre
todo en Twitter, Bukele ha
ido anunciando, cual Reality Show, a sus escogidos para el futuro gabinete de
gobierno. Hasta ahora ha elegido sólo a mujeres, con mucha preparación
académica y con puestos en gobiernos anteriores poco mediáticos, haciéndolas
poco conocidas por el pueblo en general, pero que presentan un currículo con
estudios superiores avanzados.
Entre las asignadas para carteras
de Estado, la que requiere atención es la de Educación, la que personalmente
creemos una de las esenciales para que El Salvador vaya saliendo de la crisis
social que actualmente sufre (junto a Economía, Hacienda y Seguridad), para el
Ministra de Educación, Bukele ha elegido a Karla
Hananía de Varela, que anteriormente ha trabajado para UNICEF en proyectos
en pro de la niñez.
A la nueva ministra le esperan
retos enormes, este artículo busca presentar, siempre desde nuestro punto de
vista, esos retos y las perspectivas que mejorarían la calidad de educación que
nuestros niños y jóvenes reciben, tanto en el sector público como en el privado
(que no está directamente bajo su control pero que si recibe supervisión del
ente gubernamental)
RETOS
El principal, como en casi todas
las áreas del gobierno, es la falta de recursos, que se notan en material
didáctico, infraestructura para dar verdadero acceso a la educación a muchas
áreas en nuestro país. En el mantenimiento de las escuelas, su mejora continua,
que se cuenten con servicios básico, que ahora, como bien sabe el nuevo
gobernante, debe ir más allá de luz eléctrica, agua potable, servicios
sanitarios funcionales, sino también incluye un centro de computo eficaz y
eficiente con acceso de calidad a la web para tener los múltiples recursos que
el internet ofrece a los estudiantes.
Inmediatamente después del tema
de recursos, viene, prácticamente a la par en importancia, el de la seguridad.
Dentro y fuera de las escuelas. El fenómeno pandilleril que aqueja a nuestra
sociedad se ha hecho presente de forma muy fuerte en el interior de las
escuelas. Se sabe de muchos casos extremos, desde escuelas que funcionan con el
beneplácito del jefe de la mara local, maestros que dan clases a familiares de
pandilleros y que deben tratar con mucho cuidado su manera de interactuar con
ellos, hasta el de extorsiones tanto a la escuela como institución como a
docentes particulares para poder seguir trabajando. Aunque no existe fórmula
mágica para que esta situación termine de una forma rápida, si debe empezarse
ya a tomar medidas para que, si no detenerlo al menos que no siga creciendo y
multiplicándose.
La formación docente. Un tema
siempre pendiente, formación continua y actualizada, y que el Estado pueda
supervisar de forma más activa como se da dicha formación en las universidades
privadas que ofertan la docencia entre sus carreras. Sobre todo, en el aspecto
de la idoneidad del aspirante a dicha profesión.
Sirva lo anterior como una
muestra de lo más urgente, aunque la realidad de nuestras escuelas y las
situaciones que nuestros estudiantes deben vivir día a día, nos muestra que
estas dificultades sólo son la punta del iceberg de un contexto complejo y
polifacético que requiere atención.
PERSPECTIVAS
Permítasenos plasmar a
continuación algunas sugerencias de mejoras al sistema educativo. Sugerencias
maduradas con 14 años de experiencia docente en el aula, y con continuas
platicas y reflexiones con colegas con mucho más tiempo de servicio en esta
noble labor que es educar a la juventud. Hay que aclarar que lo hacemos desde
la perspectiva del docente sin plaza pública, que ha estado en colegios
privados pero que, ya sea por testimonios de colegas, por experiencias en proyectos
y la practica docente en los años en la universidad, se tiene una visión
general de las situaciones en las escuelas salvadoreñas.
Para no ser repetitivos, ya que
los retos anteriores pueden presentarse nuevamente desde el punto de vista de
redacción positiva, esto es, plantear propuestas de solución así como de acción
para solventarlos, preferimos enfocarnos en el ámbito de la formación docente y
de la currícula nacional.
Lo primero que necesita una
reforma es la admisión a la carrera docente. Actualmente algunas universidades
exigen una nota mínima en la PAES, lo cual debe enfocarse sobre todo en la nota
particular de la materia relacionada a la especialidad de docencia que el
aspirante quiera estudiar. Alguien puede tener un promedio elevado en PAES, pero
el de matemáticas resulte particularmente bajo, y sea justo esa área en la que
desee ejercer su papel de maestro. Un elemento contradictorio que debe
analizarse. También deberían existir pruebas psicológicas específicas para
quienes quieran ser docentes, que determine su idoneidad a través de su
sociabilidad, su manejo de conflictos, su carácter y como solventa la presión,
elementos todos importantes en un ambiente como el educativo donde todos esos
puntos son exigidos en el día a día. Desterrar por siempre ese dicho que aún se
escucha en los primeros ciclos de la universidad y en algunas familias,
dirigido a personas que les ha ido mal en todo tipo de carreras: “aunque sea de
docente graduate”
Los planes de estudios nacionales
deben partir de la realidad salvadoreña, con sus luces y sombras. Nadie discute
el derecho natural de basarse en posturas pedagógicas y planeamientos de otros
países, pues el acervo del conocimiento existe justo para eso, para ser la base
de nuevos aprendizajes. El error está en trasplantar casi literalmente lo
planteado para una realidad muy diferente a la propia, por lo que partes de la
currícula nacional se sienten en el aire o alejadas del contexto real
salvadoreño. Una actualización más continua de los temas plasmados para dar en
clases. Que tomen en cuenta, en la manera de lo posible, los vertiginosos
cambios del mundo moderno.
Establecer un modelo pedagógico
didáctico más fluido, más práctico, donde los docentes no se vean agobiados por
presentar todo tipo de papelería para planificar sus clases. Hay modelos
recientes donde se minimiza los burocráticos papeles de planeación para
enfocarse en una ejecución más dinámica porque el docente permite que el
estudiante asuma las acciones más relevantes de su propio aprendizaje, esto conlleva
que el docente no escribe al detalle sus acciones si no que deja espacio para
la creatividad de los alumnos.
Esta reducción drástica del
papeleo que se presenta en las instituciones educativas como parte de la labor
docente no debe verse ni plantearse como reducción del trabajo. Los docentes
siempre tienen clases que preparar, trabajos, actividades y cuadernos que
revisar, redactar y luego calificar decenas de exámenes, cuadros de notas que
llenar y, la mayoría de las veces, subir esas notas a plataformas digitales,
sacar promedios, supervisar el aspecto conductual de sus alumnos, convocar a
reuniones a los padres y madres de familia de estudiantes con dificultades
tanto académicas como conductuales, todo esto siempre respetando su horario de
clases en los salones, que en algunas instituciones, llega a ser asfixiante,
provocando que lo anteriormente descrito se lleve a cabo en los hogares de los
y las docentes.
Por ello esa disminución de una
papelería de planificación, las más de las veces burocrática y repetitiva,
sería un aliciente para mejorar el rendimiento en esas múltiples actividades ya
descritas. Dejando la planificación justa y necesaria y de ser posible
digitalizándola para un mayor dinamismo y actualización.
Todo esto el Ministerio de
Educación puede lograrlo, impulsando ese cambio en el paradigma de la
planificación y ejecución de un nuevo plan de estudio, más dinámico y con mayor
presencia del recurso tecnológico. Y supervisando su puesta en practica en las instituciones
educativas privadas como requisito de la acreditación que se realiza de las
mismas, como una forma de modernizar poco a poco la educación salvadoreña y el
ejercicio de la docencia.
Finalmente, para evitar la
repitencia de ideas que se han ido plasmando a lo largo del artículo. El
Ministerio de Educación debe recordar que el fin último del Estado en general
es la persona humana. Esto es, que dicho ministerio debería velar más
activamente por la dignificación del docente, de su carrera profesional. Tomar
las medidas necesarias para que el prestigio social y laboral del docente se
eleve. Es cierto que mucho de la perdida del valor del rol social del
profesorado ha sido responsabilidad de unos cuantos docentes que empañan con
acciones deplorables las buenas practicas de miles de maestros y maestras que
trabajan abnegadamente por el futuro de la patria. Pero también es cierto que
el Ministerio de Educación podría hacer mucho para subir la estima social y
personal de los que ejercemos la docencia.
Un primer aspecto donde cabría
una enorme mejora en el trato a la persona humana, es durante la apertura de
solicitudes para obtener plazas públicas, donde cientos, miles de maestros
deambulan por todo el país con sus títulos, sus fotocopias, sus solicitudes
haciendo filas, a veces de 3 o 4 horas, para entregarlos y que dichos papeles
terminen en cajas apiladas unas a otras, a veces tratados sin ninguna
consideración, todo para terminar eligiendo de formas poco transparentes porque
los exactos criterios de decisión para discriminar entre cientos de solicitudes
en cada centro escolar, y a veces por una sola plaza, no están totalmente
definidos. En el rumor popular se dice que hay cierta preferencia por los años
desde la obtención del escalafón por parte del y la solicitante, pero de igual
forma hay muchos casos que contradicen dicha aseveración.
El segundo aspecto sería en el
ámbito salarial, tanto en la escuela pública, pero sobre todo en el rubro
privado. Aunque en el primero pueden darse mejoras significativas en la
remuneración que el docente recibe; es en el segundo, donde pueden supervisarse
que haya una mejora sustancial, realista, del sueldo docente. Son algunas
instituciones privadas que por múltiples razones ofrecen salarios irrisorios a maestros
por una cantidad de trabajo increíble a comparación (actividades brevemente ya
enunciadas unos párrafos arriba) Aunque es un aspecto privado y se puede alegar
la libre empresa de la oferta y la demanda, el Ministerio puede exigir cierto
mínimo salvaguardando que la educación de la juventud no puede tratarse nunca
como una mercancía y que la educación no debe ser un negocio con el fin último
de obtener ganancias.
Se puede alegar que eso haría
cerrar varios colegios, si eso promueve que los demás ofrezcan verdaderos
salarios competitivos a sus maestros y maestras, y que los estudiantes puedan
ser absorbidos por un sector público modernizado y eficiente, que así sea.
También puede esgrimirse el repetido argumento que el docente debe actuar por
vocación más que por dinero. Pero debe responderse ante ello, que todas las
profesiones existen por una vocación personal de quien las ejerce, pero eso no
permite que, como sociedad, pensemos que el doctor, el abogado, reciban bajos
salarios por sus acciones, sólo porque ellos decidieron estudiar en dichas
áreas. Ya es tiempo que el Ministerio defienda la gran verdad que una sociedad
que no se eduque, que no tenga docentes preparados está destinada
inequívocamente al fracaso y por lo tanto se debe dignificar al maestro y la
maestra con un salario que le permite alcanzar y mantener una calidad de vida,
que se traduzca en su crecimiento personal y profesional.
Hasta aquí nuestras reflexiones y
sueños para el futuro de la educación, frente al inicio de un nuevo gobierno.
Quizás la mayoría sean utópicas, pero justamente para eso sirve la utopía para
enseñarnos que hay mejores formas de hacer las cosas. Quizás no se le pueda
exigir al nuevo gobierno y la nueva ministra que hagan todas estas cosas en sus
5 años, pero no podrán decir que no se les hizo saber su relevancia para el
futuro del país.
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