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Monseñor Romero. Perspectivas frente a la canonización 2

Continuando con la serie de artículos que resumen el diplomado sobre Monseñor Romero, resumimos el tema de la segunda jornada:

ECLESIOLOGÍA DEL PADRE ROMERO
Dr. Juan Vicente Chopin.

Luego de ver el proceso que llevo a Monseñor Romero a los altares, tras su martirio, nos enfocamos en una etapa previa a su arzobispado. Entre los años 1944 a 1967, cuando el fungía como redactor del diario Chaparrastique en la diocesis de San Miguel, el entonces padre Romero escribió una serie de artículos con varios puntos nodales en su pensamiento que después fueron desarrollándose en su posterior prédica.
Presupuestos conceptuales:
1. Antimasonería y antiliberalismo en sus escritos, influenciado por la Rerum Novarum de León XIII. Defendía que el verdadero cristianismo debía ser, tal como dijo Simón viendo al Niño Jesús, un signo de contradicción, frente a los poderes de éste mundo, y que en su actuar se revela la sinceridad de los corazones.
El padre Romero denuncia como el liberalismo (visto como una doctrina social más que como un modelo económico) influye, negativamente, en la educación y en el matrimonio; y ambos son la base del constructo social. Romero señala que la vida moderna le roba tiempo a la gente para la práctica de valores espirituales y la secularización extrema de varios ámbitos en la vida diaria, que antes era parte del papel misionero de la Iglesia.
En estas posturas el futuro Monseñor, plantea elementos básicos de la doctrina católica de su época, que partiendo de la mencionada encíclica Rerum Novarum, Posturas muy tajantes y con un idioma muy duro, marcadamente al ataque, frente a estas tendencias modernistas.
Particularmente ésta fue la ponencia que más me enseño cosas nuevas, esos escritos, podríamos decir, juveniles, de Monseñor no son tan conocidos como los de sus años de arzobispo, y el escuchar su uso de palabras rebuscadas, de términos complejos, de recursos discursivos muy académicos; todo esto choca al recordar sus homilías en Catedral, ya como arzobispo, donde la figura literaria clara, sencilla, el lenguaje directo y los ejemplos de la vida cotidiana, lo volvieron tan popular. Lo que sí puede observarse como punto de unidad entre ambos periodos de redacción de su pensamiento es: la documentación exhaustiva para redactar algo, su estilo didáctico de querer hacerse entender y la perenne combinación de anuncio y denuncia de su predicación en todos sus años.
Esos elementos permiten ver que el pensamiento de Monseñor se fue amoldando y evolucionando a las circunstancias que encontraba. Primero, localmente, al ser enviados a diferentes parroquias y, luego, nacionalmente, al ser el arzobispo y líder de la Iglesia salvadoreña.
2. Patriotismo. El padre Romero siempre tuvo un elevado concepto de nación y patria, pero los ligaba invariablemente a Iglesia. Para él, una forma de servir a la patria es optando por la vocación religiosa y, desde ahí, ayudar a forjar la juventud con los verdaderos valores que hacen grande a una nación. En sus escritos la patria debe ser defendida de sus verdaderos enemigos, masones y liberales, que buscan menoscabar sus fundamentos con doctrinas fallidas o esotéricas. 
Lo que sí puede verse en los escritos de éste período es la fortaleza del padre Romero para defender su postura, fortaleza que estará presente en su quinta esencia en sus homilías arzobispales, donde se transfiguraba de un sacerdote callado y hasta tímido, a un verdadero profeta que clamaba por los medios a su disposición, el anuncia de la Buena Nueva a los pobres y denunciaba las injusticias sociales de nuestros tiempos.
3. Anticomunismo. Resulta irónico que a Monseñor Romero, aún hoy, se le acuse de haber sido un agente del comunismo internacional, un adoctrinador guerrillero, cuando, desde sus inicios de sacerdote en San Miguel, siempre defendió la típica postura anticomunista de la Iglesia, avalada desde el pontífice León XIII. Pero no fue el único, hasta Monseñor Luis Chávez y González, predecesor de Romero, fue ya señalado como comunista solo por su fidelidad a la doctrina social de la Iglesia.
Ya se dijo en el artículo anterior, que los años de estudio de la obra de Monseñor, no presentaron en ningún momento elementos marxistas o afines en ellos, sino más bien una total consonancia con el magisterio eclesial y pontificio en materia social y política.
Para el padre Romero la Iglesia debía ser patriótica, pero también revolucionaria, entendido esto último como la transformación radical que Jesús quería para el mundo. Romero encontró apoyo para su postura en la encíclica social Populorum Progressio de 1967 del Papa Pablo VI. Ahí se defiende la idea de un mundo más justo, más humanitario, más allá de ideologías, superando los errores de ambas y presentando el tercer camino de la Iglesia, con valores y el Evangelio para forjar una sociedad mejor.
El padre Romero criticó a la Revolución del 48 y su nueva Constitución del año 50, como una legislación liberal y secularizadora. Prefería la fidelidad al Papa, lo cual dejo muy claro con su lema-ideario: Sentir con la Iglesia, que tiene una inspiración en San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. En esto Romero resumía su total adhesión al pensamiento emanado por el magisterio pontificio y su correcta adaptación a la realidad de cada parroquia.
En este punto, vale la pena señalar las reflexiones de una biografía de Monseñor, sobre como la lectura de la Populorum Progressio le permitió al arzobispo ver más claramente la idoneidad y ortodoxia del documento de Medellín, que siempre le había parecido quizás demasiado extremista. Las lecturas complementarias de ambos tratados permitieron a Romero ir evolucionando su concepción misma del papel de la Iglesia entre el mundo moderno.
Por todo eso, para Romero la Iglesia era: conquistadora de almas, y los fieles como militia Christi combatían a los enemigos de la fe; un soplo del Espíritu Santo, que daba vida al barro humano, vida qeu debía trascender, y ésto se lograba buscando la justicia social, trascendiendo de las meras riquezas terrenales.

ECESIOLOGÍA DE MONSEÑOR ROMERO
Para el padre Romero la Iglesia es evangelizadora. A lo largo de su sacerdocio y posterior obispado él se centraba en predicar el reino de Dios de forma plena, denunciando también aquello que impide su llegada. También el rostro de la Iglesia debía mostrarse diferente a lo que durante siglos había enseñado. Para ello, Monseñor se basaba mucho en el siguiente numeral 15a del texto "Juventud" del documento de Medellín:

"Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de todos los hombres"

Todo un texto programático en lo que sería la vida eclesial de Monseñor Romero.
En su deber de evangelizar al mundo, Romero veía que la Iglesia debía seguir los lineamientos de Pablo VI en otros de sus documentos, sustancialmente en los numerales 31 y 33 de la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de 1975:

"31. Entre evangelización y promoción humana -desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, yaque no se puede disociar el plan de la creación del plan de la Redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismo lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad". (61) Pues bien, las mismas voces que con celo, inteligencia y valentía abordaron durante el Sínodo este tema acuciante, adelantaron, con gran complacencia por nuestra parte, los principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal y como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazaret y la predica la Iglesia.

33. Acerca de la liberación que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir: - no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios; - va, por tanto, unida a una cierta concepción del hombre, a una antropología que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo."

Importante sobre todo el numeral 33, pues de ahí surge el concepto mismo de liberación entendido por el arzobispo y es al que hacía referencia en sus escritos y homilías.
Del numeral 31 se desprende la idea del evangelizar pensando en el hombre pleno, integral, y esto incluye invariablemente el combatir la injusticia y restaurar la justicia, dos elementos en total lógica con lo predicado por los profestas del Antiguo Testamento, en especial Amos y Jeremías.
Para Romero la opción por los pobres es la forma de la Iglesia para encarnarse en el mundo; el anunciar las buenas nuevas del Evangelio es dar esperanzas. En la Iglesia debe hacer cruz para que tener resurreción. Una iglesia acomodaticia sin cruz no sería la verdadera de Cristo.
Aquí surge el debate de la iglesia que sigue al martirio de Romero, donde se da un marcado contraste entre la corrupción que crece y el legado del mártir. Parte de éste recogido en las Comunidades Eclesiales de Base que han querido concentrarse en el Dios de la vida, denunciando a los ídolos de muerte.

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