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Monseñor Romero. Perspectivas frente a la canonización 1


Hace unos días participé de un diplomado de 12 horas (divididas en 4 sesiones) sobre la vida, obra y santidad de Monseñor Romero. Los ponentes fueron de primer orden y mostraron la figura del arzobispo mártir desde diferentes ángulos y presupuestos conceptuales, que convirtieron la experiencia académica en algo valioso.
A partir de ahora, a 3 semanas de su canonización en Roma por parte del papa Francisco, planeo ofrecer un resumen de dicho diplomado, con mis anotaciones propias y comentarios, pero tomando como esqueleto los temas que los diversos ponentes desarrollaron en esos 4 días.


PROCESO CANÓNICO DESPUÉS DE SU MUERTE
Monseñor Elías Bolaños

Después del 24 de marzo de 1980, el gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno (en el poder desde el Golpe de Estado de octubre de 1979) impidió toda investigación relacionada con el magnicidio del arzobispo Romero. Pero ya desde ese mismo día, entre aquellos que lo conocieron y, sobre todo, desde el pueblo mismo, se escuchaba ya la proclama de santidad hacia la vida y obra de monseñor Romero.
Dicha proclama popular surgía en medio de las continuas acusaciones y calumnias de los medios de comunicación, y de algunos sectores de la misma Iglesia católica (4 obispos de la Conferencia episcopal salvadoreña, el nuncio apostólico y ya algunos cardenales de la curia romana) que monseñor no fue más que un revoltoso, un "cura guerrillero", manipulado por jesuitas y su teología de la liberación.
A cambio de estas versiones falsas amparadas, abierta o sutilmente, por los medios salvadoreños. Alrededor del mundo, al conocerse la noticia, la indignación crecía así como el reconocimiento para el arzobispo asesinado en diferentes lugares del mundo. Reinvindicación que con el tiempo fue acrecentándose, hasta llegar a su reconocimiento como mártir por la Iglesia Anglicana.
Como establecen las leyes eclesiales, tanto el Código de Derecho Canónico como la Constitución Apostólica "Divinus perfectionis magister" sobre la causa de los santos (citadas de la edición 13 de la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1995) correspondía al nuevo arzobispo de San Salvador, monseñor Rivera y Damas iniciar el proceso de canonización en su carácter diocesano, con la investigación de la vida y el estudio de las obras que monseñor Romero haya dejado. En este caso hay que mencionar que Romero dejó muchos escritos valiosos, además de sus cuatro cartas pastorales como arzobispo, se tenía acceso a su diario, a sus reflexiones de sus retiros espirituales y, sobre todo, a sus homilías donde desarrollaba sus principales constructos teologales. Todo eso debía ser estudiado concienzudamente para verificar que no había error doctrinal alguno, y que Romero había siempre estado en consonancia con la Tradición y el Magisterio. Esto ocurrió en 1993, y esta tardanza se debió a la oposición a que se iniciara dicho proceso por parte del gobierno de la época (el derechista Alfredo Cristiani, miembro del partido cuyo fundador es el principal señalado del asesinato de monseñor Romero) y de los mismos obispos opositores que ya en vida, buscaron obstaculizar el accionar del mártir.
Terminada la parte diocesana del proceso, los resultados de las investigaciones, así como los documentos pertinentes se enviaron a Roma para que la Congregación para la Doctrina de la fe, estudiará a su vez dichos documentos. (proceso descrito en el Código citado, páginas 894 a 896)
El 9 de junio de 1993 la mencionada Congregación decreta el nulla obstat (nada obstaculiza) para que continue el proceso, pues los documentos no presentan errores doctrinales ni heréticos, por ello los envía la Congregación para la Causa de los Santos.
El 10 de julio del año mencionado la Congregación para la Doctrina de la fe señala que la causa de Romero debía aplazarse lo suficiente para evitar contribuir a la polarización política que se vivía en El Salvador. En los meses posteriores tanto el papa Juan Pablo II y la Secretaría de Estado del Vaticano insisten en que el nulla obstat para iniciar el proceso en Roma.
El 24 de marzo de 1994 se estableció el Tribunal en el Vaticano para el estudio de la causa de canonización del siervo de Dios, Óscar Arnulfo Romero. Se prohibió expresamente cualquier forma de culto público mientras continuasen las pesquisas y se estableció que se colocaría como martirio la causa de la muerte.
Para 1995 se le declaró Siervo de Dios, señalando que no había ningún reparo en su vida cristiana y que cumplió a cabalidad los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Un año después el nuevo postulador de la causa monseñor Paglia tiene claro que se enfrentará con un grupo opositor en la Curia romana.
A finales de los años 90s tanto la Congregación para el clero como la de Doctrina señalan que la documentación de Romero debe estudiarse más adecuadamente y con cautela, dilatando el proceso para evitar posibles relaciones con la teología de la liberación y con el marxismo en algunas posturas sostenidas por el arzobispo mártir. Juan Pablo II lo incluye de puño y letra en la lista de nuevos mártires durante el Jubileo del 2000.
Con el nuevo milenio la dilatación del proceso en Roma se ve reforzado por el aumento de la polarización política en El Salvador, sobre todo de la instrumentalización de la izquierda de su figura. En nuestro país, durante esos primero años del 2000, se repetían imágenes, camisetas, pancartas y otros elementos de propaganda donde la efigie de Romero se ponía a la par de reconocidas figuras de la izquierda latinoamericana como el Che Guevara.
Aquí hay que señalar que, aunque ésto fue y es negativo, pues ambos personajes tienen muy pocas cosas en común, sobre todo en cuestiones de procedimientos y métodos, el hecho que las organizaciones de izquierda se apropiaran de las palabras y la figura de Romero es comprensible en el sentido que el arzobispo mártir era silenciado e ignorado por el gobierno de derecha y los sectores conservadores de la Iglesia por lo que, ante tal abandono de su legado, el pueblo organizado en partidos, sindicatos y otras organizaciones lo reclamaba como suyo. La mayoría de ellos desconocía que con dichas medidas estaban minando el proceso de su reconocimiento en el Vaticano.
Luego de los cambios en el pontificado, de Juan Pablo II pasando por Benedicto XVI hasta llegar a Francisco, primer papa latinoamericano, la causa de Romero vivió una renovación. Aunque también el fin de la oposición en la Curia, por la muerte y el retiro de los principales impulsores de dicha postura. Ésto hizo que el proceso pudiera "desbloquearse" y continuara, esta vez, de forma acelerada.
En 2013 la Congregación para la Doctrina de la fe revoca la recomendación de dilatación del proceso y permite que, apenas dos años después, en 2015 se dé el anuncio pontificio de que la muerte de Romero fue martirio, "odio a la fe", reivindicando que su mensaje era totalmente acorde a la doctrina tradicional de la Iglesia y que sus asesinos no soportaron su mensaje plenamente evangélico.
Desde ese momento ya han pasado más de 3 años, en los que se presentaron hasta 3 presuntos milagros para que el beato alcanzara su canonización. La cual ocurrirá junto a la de Pablo VI, lo cual no es una simple coincidencia, es un signo inequívoco que el Vaticano, con Francisco a la cabeza, quieren mostrar la consonancia entre el pensamiento social comprometido del pontífice Pablo VI, papa del Concilio Vaticano II; y de Romero, primer obispo mártir posterior a dicho evento. Monseñor Romero siempre buscó que sus homilías y escritos una consonancia con el milenario Magisterio eclesial, y documentos como la Populorum Progressio de Pablo VI lo ayudaron a entender la nueva visión necesaria para un mundo con grandes crisis, como el salvadoreño de los años 70s. Preparando la llegada de un nuevo cristianismo, cercano a las mayorías y donde la jerarquía tenga su original y verdadero papel de servir al Pueblo de Dios.

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