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Sobre la muerte de Castro y los apasionamientos en política.


Fidel Alejandro Castro Ruz ha muerto.
Al escribir una opinión sobre este suceso del cual se están vertiendo y, seguramente, se verterán ríos de tinta, real y virtual, me es imposible no pensar en aquella escena de la mítica Ciudadano Kane, donde en un noticiero dan el aviso del deceso del magnate, exponiendo brevemente su vida y obra, pero sobre todo sus contradicciones y las pasiones antagónicas que un individuo así despierta.
Igual que en la ficción, la muerte de Castro, líder de la revolución cubana y jefe de gobierno de la isla caribeña por decenas de años, ha traído al mundo expectación y reacciones de lo más encontradas. Desde las muestras de dolor en la isla, de algunos dignatarios, como el primer ministro canadiense o los políticos de izquierda de todo el continente americano. Hasta las celebraciones del exilio cubano en Miami, y las muestras de gozo de políticos, presentadores de televisión, tuiteros, etc. Ambos lados exagerando las virtudes y errores que les conviene de un individuo que, imposible negarlo, simplemente hizo historia.
¿Cómo valorar a un individuo de tal calibre? Con Hitler, hay unanimidad, era malo, punto. Son pocos los que se atreven a negarlo o siquiera suavizarlo. Franco, Pinochet, son descritos por la historia mayormente aceptada como dictadores pero aún así, tienen simpatizantes que pueden señalar una docena de aspectos positivos de dichos gobiernos. En cambio Fidel es un punto de inflexión, tu postura debe ser clara y cada opinión que se presenta es analizada para hallar en ella la aceptación o el rechazo hacia él, como seguro se hace el lector de estas líneas, intentando desde ya determinar si su autor es de derecha o izquierda.
Los líderes del mundo han reaccionado como el protocolo les manda en casos como éste. Aunque algunos si lo han hecho más efusivamente que otros. En el caso del presidente estadounidense, figura antagónica de lo que representaba Fidel, simplemente señala que "La historia recordará y juzgará el enorme impacto que tuvo esta singular figura en la gente y el mundo a su alrededor."
Frase que, a mí parecer, enmarca muy objetivamente lo que debe decirse del líder cubano. Como aficionado a la historia sé que ésta es veleidosa, que a veces los actos que en su momento se ven inmensos pierden relevancia con los años y las décadas. Siglos después nadie los recuerda, o son una nota al margen de la época. En cambio, también la historia es capaz de cambiar los juicios sobre sucesos y personas. Lo aparentemente bueno se vuelve malo, y viceversa. No podemos ni imaginar que será de la figura de Castro en cien años. Como no se pudo imaginar que la efigie del Che Guevara sería usada, en cierta forma, por manifestantes en Wall Street en el siglo XXI. La historia, pero sobre todo, los historiadores, con el tiempo evolucionan sus posturas y las cosas ya no son lo que fueron o quisieron ser.
Que la Revolución cubana tiene aciertos es innegable, sobre todo en materia de educación, salud y trato a la niñez, pues la UNICEF ha reconocido que la niñez en Cuba no vive en las calles o no se ve forzada a trabajar como el resto de países que gozamos de la libertad para que los niños trabajen en la calle limpiando parabrisas. Aunque eso sí, todo esto no puede negar las violaciones a derechos humanos hacia los disidentes, ni la enfermedad stalinista del culto a la personalidad que se vive en el partido comunista cubano. Luces y sombras en un régimen y una persona que no pueden desligarse a conveniencia.
Lo que si es paradigmático, como siempre, es que haya alegría en ciertos sectores, celebrando la muerte de un "asesino" como dicen, pero que, en su fuero interno, apoyen a otros "asesinos" simplemente porque con éstos sí comparten la ideología. Es como señalar que el acto de matar o masacrar poblaciones no es malo, sino en si la ideología de la victima lo merecía o no, según nuestros propios estándares.
El caso salvadoreño es ejemplar. Mucha de la clase política de derecha ha manifestado alegría y esperanza ante la muerte del que llaman un "tirano" y señalan que las muestras de homenaje deben ser para las víctimas de sus atrocidades. Valga que hay mucho de cierto en ello, lo irónico e insultante es que lo digan aquellos que siguen y homenajean a un personaje tan siniestro y ligado a muertes, secuestros y torturas, como su fundador Roberto d'Abuisson, que en varias investigaciones internacionales sobre derechos humanos es señalado como unos de los principales responsables de los grupos paramilitares de derecha conocidos como "escuadrones de la muerte"
Ahora que viene después.
Nadie lo sabe, el horizonte de una Cuba que vaya por la vía reformista hacia la eventual democracia como la entiende el capitalismo puede verse en el horizonte. Ya en vida de Castro, se habían hecho acercamientos con la administración de Obama. Ahora sin el líder histórico, y con la llegada de Trump al poder en Estados Unidos, las cosas pueden variar mucho.
Cuba ya vive sin Fidel, igual los revolucionarios latinoamericanos y los grupos ultraconservadores. Lo que debe evitarse es extremar las posturas: endiosar o diabolizar. Eso es absurdo, sobre todo desde el punto de vista académico.

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