Hace tiempo en un film escuché la frase más o menos textual: "cuando leas un libro y empiece a parecerse a tu vida, deja de leerlo". No pude dejar de pensar en eso al leer Retrato de un artista adolescente, la novela de Joyce que abre al mundo el universo de la que será su magna novela, En esta obra se ve el crecimiento personal, tanto físico como moral, de Stephen Dedalus. Criado en un hogar católico, mandado a estudiar con los jesuitas, competente en aspectos académicos pero con claras inclinaciones artísticas. Todo eso me parece tan autobiográfico aún en los detalles.
La obra avanza, mientras nos cuenta los cambios que va teniendo Stephen, desde su infancia algo inadaptado por sus compañeros que tienen una mejor condición económica, y que lo hacen víctima de bromas por sobresalir en los estudios, sus primero enamoramientos de niñas de su edad, en un plano totalmente platónico y poético, y cómo se va adaptando al ambiente que lo rodea pero siempre:
"Y archivaba con paciencia cuanto veía, manteniéndose aparte de todo ello, gustando en secreto su aroma corrompido"
Luego su posterior entrada al mundo sensual de la lujuria y el pecado, según él lo conceptualiza:
"¡Cuán necio había sido su intento! Había tratado de construir un dique de orden y elegancia contra la sórdida marea de la vida que le rodeaba y de contener el poderoso empuje de su marejada interior por medio de reglas de conducta y activos intereses y nuevas relaciones filiales. Todo inútil........
Se dedicó a aplacar los monstruosos deseos de su corazón ante los cuales todas las demás cosas le resultaban vacías y extrañas. Se le importaba poco de estar en pecado mortal y de que su vida se hubiera convertido en un tejido de subterfugios y falsedades............
Los versos se borraban de sus labios y los gritos inarticulados y las palabras bestiales, nunca pronunciadas, brotaban ahora de su cerebro tratando de buscar salida..........
La devoción se le había marchado por la borda. ¿De que le servía rezar si sabía que su alma estaba anhelando su propia destrucción?"
Estas manifestaciones me son tan familiares que casi son mis palabras, mis actos, mis pensamientos de años pasados. Stephen cae en el pecado, y se regodea en el, pero con la consciencia de su fallo, de su error. Consciencia que poco a poco va creciendo, pues sigue asistiendo a su colegio católico y las predicas continuas de sus maestros-sacerdotes van haciendo mella en él. Hay varias páginas donde un sacerdote describe con lujo de detalles los horrores visuales, olfativos y táctiles del Infierno. Stephen lo escucha atentamente y su sentimiento de culpa es superior a él.
Stephen tiene una conversión. Se confiesa y empieza una vida de devociones, de rezos, de vida contemplativa, logrando vencer las tentaciones del pasado. En ese momento se le presenta la oportunidad de volverse sacerdote, y despierta sus fantasías infantiles donde se miraba presidiendo ese evento lleno de misticismo que es la misa católica, fantasea por un tiempo con la posibilidad. Pero esta ilusión rápido termina, y con ella su vida devota, como lo dice el autor:
"Nunca había él de ser el sacerdote que balancea el incensario ante el tabernáculo. Su destino era eludir todo orden, lo mismo el social que el religioso"
Luego vemos la vida universitaria de Stephen, ya un agnóstico total, que se divierte con provocaciones y sutilezas intelectuales para provocar o humillar a sus compañeros de clase. Pero a pesar de esa supuesta irreligiosidad no se permite participar de forma irreverente en el rito de su antigua fe, lo que da lugar a un debate con un compañero y surge esta genial frase cuando éste le dice que posiblemente se quiera convertir al protestantismo:
"Te he dicho que he perdido la fe - contestó Stephen - pero no que haya perdido el respeto a mí mismo. ¿Qué clase de liberación sería esa de abandonar un absurdo que es lógico y coherente para abrazar otro ilógico e incoherente?"
Todas estas etapas, con detalles diferentes aquí y allá, es todo lo que me pasó desde mi adolescencia. Una gran novela, que prepara y aclara algunas cosas del estilo literario del microuniverso que es Ulises, la obra definitiva de Joyce.
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