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El Valle de las Posibilidades Eternas (1)

1

Los hermanos, Hunahpú e Ixbalanqué, participaban altivos y alegres en el sagrado Juego de la Pelota, haciendo rebotar el balón de cuero con las rodillas, los codos y la cadera, con el objetivo de mantenerlo siempre en el aire y lograr que los contrincantes lo dejen caer al suelo, mientras se intentaba que atravesara un aro de piedra con forma de serpiente situado a dos metros de altura, esto significaba la victoria automáticamente. El improvisado estadio se hallaba en los lindes de la región de las Cascadas Cristalinas, donde los centauros retozan, compiten y gozan del canto de las sirenas del lago; había un bosque a la orilla izquierda y el aro se había hecho en una loma rocosa a su derecha. Los muchachos competían contra dos jóvenes centauros que, aún apoyados por sus seis extremidades, apenas podían mantener a raya la habilidad de Ixbalanqué y su hermano.
El público era una muestra variopinta de los habitantes de aquella región del Ensueño, centauros, ninfas, unicornios, sátiros, y hasta una banda de jóvenes guerreros nonulkas. Todos sonreían al ver las piruetas de los 4 jugadores. Entre las grandes personalidades que veían el encuentro estaban el siempre sonriente dios Pan y el solemne Quetzalcóatl, quien creía que todos los Juegos de Pelota se celebraban en su honor.
En el campo de juego, la pelota volaba rauda de equipo a equipo, Ixbalanque y su hermano hacían combinaciones de toques, lanzando el balón sorpresivamente a sus contrincantes. Los centauros, al principio, lograban responder, dominando el balón con sus cuatro patas, pero les faltaba la agilidad de los gemelos, y sus lances eran más cortos y la pelota siempre quedaba cerca de Hunahpú y compañía. Con el paso del tiempo, el dominio de los hermanos se volvió aún más notorio, así como el hecho que no probaban a lanzar contra el aro de serpiente, sino que tenían como objetivo que los centauros dejasen caer el balón. Finalmente ocurrió lo inevitable, el cansancio mermó la agilidad y capacidad de respuesta de los centauros y no pudieron seguir regresando el balón, éste cayó al suelo, con lo que el juego terminó con la victoria de los muchachos.

-¡Bravo! - exclamó Pan - muy buen partido, felicidades a ambos equipos. Quix y Nix - dijo dirigiéndose a los derrotados - no se sientan mal, nadie ha podido vencer a los gemelos en su juego, ni siquiera Apolo y Thor pudieron hacerlo, y ustedes duraron jugando aún más tiempo que esos engreídos dioses jajajajaja. El secreto de los muchachos es simplemente la coordinación, juegan como un solo ser. Para eso se requiere haber crecido en el mismo vientre, o muchos siglos de práctica. ¿Qué te pareció a ti, noble Quetzalcóatl?

-Fue un buen encuentro - dijo Quetzalcóatl, con una sonrisa complaciente, mirando a los gemelos, quienes se vestían de forma sencilla, con taparrabos y el torso desnudo - fue muy interesante, lástima que no sea como los viejos tiempos, cuando los perdedores eran sacrificados en honor de nosotros los dioses ja ja ja ja.

Ninguno de los presentes captó la supuesta broma del dios serpiente. Y Pan en una salida elegante señaló que se perderían buenos atletas en cada partido. Todos rieron nerviosamente, incómodos, pero esto pareció aplacar el semblante de Quetzalcóatl.

-Y ahora hermanos cuál será su nuevo destino - preguntó sonriente Pan.

-Aún no lo sabemos - respondió Ixbalanque, quien se había acostumbrado hablar por ambos ante la parsimonia de Hunahpú - estamos a la espera de la señal que nos diga adonde dirigirnos.

-Pues creo, oh noble, que yo soy esa señal - había interrumpido uno de los guerreros nonulkas que estaba entre el público. Aunque joven, podían verse las líneas de la experiencia en su rostro sereno y su mirada decidida. Llevaba la vestimenta del guerrero, cubría su cuerpo una piel de oso ajustada por un cinturón del que colgaba una espada corta a la izquierda y una maza de hierro a la derecha, su cabeza la cubría un penacho de plumas multicolores y sus sandalias eran bastas pero cómodas. Luego de las miradas inquisitivas el guerrero siguió hablando en el modo ceremonial, propio de los primeros encuentros - mi nombres es Balam Iquix, soy príncipe de mi pueblo y debo emprender un viaje, una misión, los sabios de mi pueblo me aconsejaron que no lo acometiera solo, y mencionaron que para nuestro pueblo no ha habido aliados mas valiosos que Ixbalanqué y su hermano Hunahpú, por ello me uní a estos jóvenes guerreros al escuchar que venían a veros, pues deseo pediros que me acompañen a mi destino.

-Noble guerrero, vemos que tu corazón nos habla con la verdad y que a pesar de tu mortalidad, tienes valor y arrojo para alcanzar tu cometido, pero debes decirnos de qué trata tu misión, porque es importante que te acompañemos en ella. Dijo primero Hunahpú para sorpresa de su hermano.

-Ilustre señor - dijo Balam hablando pausadamente - mi intención es encontrar un sitio legendario, un lugar de maravillas sorprendentes, aún en este Ensueño único lleno de magia y poder.

-¿Qué lugar es ese? - preguntó ya intrigado Ixbalanqué.

-Lo llaman el Valle de las Posibilidades Eternas. Les contaré cómo conocí de este lugar:
"Un día me hallaba cazando junto a mis hermanos guerreros y viajamos mucho, nos alejamos y llegamos a la frontera de la llanura de Erdev, donde cientos de animales salvajes pueden pastar libremente, la mayoría del tiempo. Pero hay días, como aquel, cuando la muerte acecha ese apacible paraje. Encontramos al ángel caído Yigael, quien paseaba a Cerberos en su habitual cacería y destrucción en tierras del Ensueño. Con temor y reverencia, empezamos a alejarnos del siniestro personaje, cuando nos llamó, nos prometió que no nos haría daño y que quería pasar el tiempo conversando. Aunque turbados y nerviosos no lo rechazamos y estuvimos hablando muchas horas, mientras Cerberos se alimentaba de los animales de alrededor. El ángel Yigael nos contó maravillas de otros mundos que ha visitado y cómo el Ensueño es único porque todo lo bello se reúne aquí, pero de toda esta belleza lo más excelso es la Isla Flotante, donde habita el aguerrido Pueblo Alado, y dentro de ella se encuentra el Valle de las Posibilidades Eternas donde, según Yigael, ocurre todo lo que pudo ocurrir, puede verse todas aquellas cosas que pudieron pasar si los eventos y  las decisiones hubiesen sido diferentes y pueden vivirse todas las vidas que pudimos tener en un instante que nos parecerá eterno. Luego el can Cerberos terminó de alimentarse y pidió regresar con su oscuro Amo, el ángel Yigael se despidió de nosotros y desapareció con la bestia de tres cabezas"

-Fue así - terminó el nonulka - que me enteré de la existencia de este valle y el ansia de conocerlo no me abandonó más. Los sabios de mi pueblo predijeron que no podré ser un gran Rey, a menos que cumpla con mi anhelo. Ahora que saben esto, ¿queréis acompañarme, oh nobles hermanos?

-Claro que sí! - dijo Ixbalanqué visiblemente emocionado - no nos perderíamos esta aventura por nada, nosotros también hemos oído de la Isla Flotante y ya teníamos deseos de que el Destino nos llevará ahí, y hoy se cumple este deseo, vamos pues valiente Balam. Pero, solo iremos los tres o alguien más nos acompañará? - al decir esto miró a los compañeros del príncipe nonulka, pero ninguno se movió ni habló, Ixbalanque tuvo una mirada de decepción y continúo - Adelante, entonces, comencemos.

Pan y Quetzalcóatl que habían visto y escuchado todo les animaron para cumplir su viaje y les desearon suerte. Los tres se despidieron de los presentes y se dirigieron al Bosque de los Árboles Gigantes.

2

De las Cascadas Cristalinas al Bosque de los Árboles Gigantes hay una distancia considerable aunque el trayecto es muy tranquilo, debían dirigirse hacia el norte por valles y llanuras de clima suave donde el campamento de los nonulkas se movía con las estaciones.
Los gemelos nunca montaban animal alguno para viajar, les gustaba caminar, observar el paisaje y ver a las criaturas con las que se encontraban, así habían conocido a casi todas las personas y seres del Ensueño, por eso sabían que si alguien había visto la Isla Flotante eran los gnomos de los Árboles Gigantes, quienes construían sus casas en las cimas de estas torres vivas, y desde donde podían ver casi todo el Ensueño.
Los días y las noches pasaron rápidamente, la emoción por llegar hizo el tiempo mas ameno, las platicas pasaron de las hazañas deportivas, de cacerías y aventuras, pasando por la vida en el Ensueño hasta llegar a los amores perdidos y añorados. Balam Iquix recordó un antiguo amor, y los hermanos sus añoranzas por más aventuras.
Ixbalanqué e Hunahpú contaron sus peripecias, sus idas y venidas, desde el mismo Xibalbá, al Paraje de la Desolación y cómo un día casi se perdieron en la llanura de Erdev, donde la casi infinita extensión de pasto se pierde en el horizonte y la monotonía, el sol y la falta de agua te llevan a la locura. También le contaron como habían acompañado a sus antepasados nonulkas contra las amazonas guerreras en la última guerra entre los dos pueblos hacía ya 200 años a orillas del Río Cristal, y que habían colaborado para el establecimiento de una paz en apariencia frágil pero que había perdurado hasta esos días. Y así se fueron los días hasta que vieron, a lo lejos aún, las copas de los Árboles Gigantes.

3

Los gnomos son pequeñas criaturas verdes que se visten de colores llamativos como el morado, el azul o el amarillo, usan chaleco, botas y sombreros vistosos; le cantan a la tierra para que les dé cosecha en abundancia y les encanta escuchar historias. Aunque no son inmortales tienen una longevidad que casi siempre pasa de un par de cientos de años. Su Bosque es un lugar tranquilo, fresco, donde reina siempre una luz tenue de los pocos rayos de sol que logran vencer el tupido ramaje de los Árboles Gigantes. Éstos, logran medir hasta 50 metros de altura, los más antiguos; los más jóvenes miden hasta 30 metros. En medio de sus ramas, los gnomos han construido sus casas, donde pasan la mayor parte del tiempo, pero su sistema de elevadores y toboganes les permiten llegar rápidamente al suelo. El Bosque ofrece por ello un ambiente de silencio ideal para la meditación y alcanzar la paz. Un asiduo visitante es el melancólico ángel Israfel, quien disfruta la paz y soledad que estos bosques ofrecen.
Entre los Árboles Gigantes se hallan las mansiones de los gnomos, tan antiguas que ya nadie recuerda como se habían construido. Un día, un gnomo curioso le preguntó al Ángel Israfel, y éste respondió que los primeros gnomos les cantaron a los Árboles para que ellos mismos formarán esas mansiones, con salones amplios, bóvedas que permiten la entrada de la luz, escalinatas, ventanales, columnas y habitaciones amplias y frescas, todo con un suave aroma de cedro y sándalo. Los gnomos nunca terminaron de creer esa historia pero miraban con admiración sus mansiones que ningún artesano, ni mortal ni divino podía haber creado tal perfección, y dudaban.
Cuando los tres viajeros llegaron, decenas de gnomos estaban a nivel del suelo, alrededor de una fogata cantando y danzando. Al verlos, todos los gnomos más jóvenes empezaron a rodearlos, y los bombardearon a preguntas, sobre todo a Balam Iquix, pues a los gemelos ya los conocían, pero igual, como tenían ya varias temporadas de no visitarlos también querían saber donde habían estado. Los gnomos adultos y cautos solo observaban aunque también se emocionaron ante la perspectiva de escuchar una buena historia.
Ixbalanqué, Hunahpú y Balam Iquix fueron corteses y se dedicaron a satisfacer en la medida de lo posible la curiosidad de sus anfitriones. Luego de un rato, cuando decenas de gnomos asentían contentos por las buenas nuevas, los visitantes solicitaron hablar con los Ancianos, entonces los gnomos supieron que era algo solemne su visita. Los llevaron al árbol central del Bosque y los hicieron subir en una especie de jaula, que se elevó con la ayuda de lianas de increíble grosor. Después de un tiempo considerable, llegaron a casi la copa misma del gigantesco árbol. Ahí ya los esperaban una comitiva de gnomos con barbas blancas que les llegaban a la cintura, no llevaban sombrero y una venerable calva se asomaba en la coronilla. Éstos los llevaron hacía un gran salón construido a 15 metros de altura, construido en el medio de un gigantesco árbol, a cuyo interior habían tallado la mesa y los asientos de los Consejeros Ancianos. Al entrar los gnomos de la comitiva ocuparon sus puestos alrededor de la mesa. Los visitantes parecían gigantes al interior del recinto pero debían permanecer de pie y medio encorvados al hablar con el Consejo.

-¡Oh sabios! Os saludamos desde las Cascadas Cristalinas - habló Ixbalanqué, usando el lenguaje ceremonial - venimos a vosotros con una solicitud de ayuda en una aventura que deseamos realizar

-El Consejo reconoce a Ixbalanqué y su hermano Hunahpú, amigos de los gnomos - dijo el gnomo de porte más regio, con una barba blanca que le llegaba a los pies y un traje amarillo como el sol del mediodía - puedes hablar con confianza, pero antes dinos quien les acompaña.

-Gracias Sabio - dijo Hunahpú - por tu amabilidad, quien nos acompaña es Balam Iquix, príncipe de los nonulkas, el pueblo guerrero al sur de este Bosque, quien inspira este viaje - el Consejo saludo con una inclinación de cabeza al noble guerrero - Queremos que nos cuentes que sabes de la Isla Flotante.

Al oír este nombre los gnomos se removieron un poco nerviosos, pero el venerable Anciano respondió

-Deben saber que este lugar para nosotros es sagrado, sólo unos cuantos de nosotros, les llamamos Afortunados, han visto la Isla Flotante desde lo alto de nuestros alcázares. La mayoría hemos tenido una visión fugaz de esa tierra elegida, otros en cambio la han visto por mucho tiempo, a lo largo de su recorrido.

-Si nos permites sabio - intervino ansioso Balam Iquix - es a uno de ellos a quien necesitamos, alguien que haya visto por donde viaja la Isla Flotante, pues queremos llegar a ella, mis sabios dicen que mi destino  es visitar esa Isla para gobernar con sabiduría a mi pueblo. Ignoro que es lo que me lleva a ella, pero sé que así debe ser.

El Consejo de gnomos guardó silencio. Los hermanos y Balam Iquix los miraban sin saber que esperar. Al fin el que parecía ser el más joven del grupo, pues su barba no era tan larga como las otras y su calvicie apenas comenzaba, les dijo

-Vemos tu urgencia, príncipe, y te ayudaremos, tu pueblo siempre ha respetado a los árboles y nunca han hecho daño a los gnomos. Yo los llevaré donde Grumm, uno de los que mas veces ha visto la Isla Sagrada.

Los visitantes agradecieron con una inclinación de cabeza, salieron del Salón del Consejo acompañados del sabio gnomo. Lo siguieron a través de puentes colgantes y sendas casi laberínticas entre los Árboles y túneles. Después de un rato llegaron a una pequeña pero elegante vivienda, la puerta esta abierta y el gnomo del Consejo llamó hacia adentro, al poco tiempo salió de la estancia un gnomo anciano, de cabello oscuro, rostro basto y mirada evocadora. Iba vestido con ropas azules y cinturón de plata, al caminar se apoyaba en dos bastones que parecían de una plata reluciente. Grumm reconoció al gnomo y saludó a los visitantes. El Consejero le hablo al oído y luego Grumm se dirigió a Balam y compañía:

-Viajeros del Ensueño, así que solicitáis la ayuda de Grumm, queréis encontrar la Isla Flotante, pues bien debéis saber que yo la he visto más de 20 veces en mis más de 200 años de vida, soy el Afortunado, según mis compañeros gnomos tengo la mejor suerte de los Árboles Gigantes, y puede que así sea.

-Venerable Grumm - respondió Ixbalanqué, ceremonioso como el gnomo - recibid nuestros saludos y alegrías, os agradecemos que compartáis vuestro conocimiento.

Grumm susurró algo a la rama que les servía de suelo y de ella salió un pequeño taburete donde el anciano gnomo se sentó, cerro los ojos como queriendo vivir otra vez su experiencia y hablo:

-Fue cuando muchos de estos Árboles Gigantes eran jóvenes y no alcanzaban ni los diez metros, los gnomos nunca salíamos de este pacifico lugar y el melancólico ángel Israfel aún no nos visitaba tan asiduamente. Yo era un gnomo como cualquier otro a esa edad, me gustaba saltar de rama en rama, colgándome del ramaje más alto sin miedo alguno. ¿De qué iba a tener miedo? Subía hasta la copa del árbol más grande, sobrepasando el nivel de las nubes, donde el frío y la niebla reinan. Y luego, me deslizaba a través de la suave corteza y tocaba la tierra generosa en unos cuantos minutos tan fácil como el caminar. Fue en esa época perdida ya, cuando un día, en la copa más alta, me había quedado dormido. Al despertarme, aterido de frío y hambriento estaba a punto de bajarme, cuando noté que el cielo esta totalmente despejado, ninguna nube se cernía en el horizonte, y desde aquellas alturas pude ver casi todo el Ensueño. Extasiado como estaba vi los Montes Blancos al Oeste, la pureza de sus inmaculadas cumbres me hicieron soñar con viajes y aventuras, fue ahí cuando pude contemplar que en medio de las montañas nevadas como surgía la Isla Flotante, al principio parecía una nube, pero luego pude distinguir claramente la montaña y los bosques que tiene y, aunque sólo lo vi una vez, me pareció ver edificaciones monumentales a la sombra del monte. Las siguientes veces que vi la Isla Sagrada no pude ver otros detalles y siempre más difusa que aquella primera vez, pero sí pude notar lo que parecía un patrón, más de la mitad de las veces que vi la Isla, pude ver que emergía o pasaba cerca de los Montes Blancos. Así que puedo deciros que hay una relación con la tierra del Señor del Oeste con este sitio sagrado.

Ixbalanqué, Hunahpú y Balam Iquix quedaron complacidos ante la revelación que Grumm les había hecho. Agradecieron al bicentenario gnomo y al Consejero. Sabían hacia donde debían partir, pero decidieron pasar unos días entre los Árboles Gigantes para descansar y abastecerse. Estaban al centro del Bosque y debían caminar hacia el sur para rodear la Ciénaga que esta entre ese lugar y los Montes Blancos. Debían llevar comida para el viaje y sobre todo conseguirse buenos abrigos porque en las tierras de la eterna nieve la temperatura suele ser traicionera. Todo eso sin mencionar que el Señor del Oeste no permite a extranjeros en su dominio, y los duendes de la nieve, feroces guerreros, destruyen a cualquiera que ose poner el pie en la blancura de su nieve. Pero eso lo resolverían estando en el lugar.

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