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Del Homo sapiens al Homo digitalis.


El mundo ha cambiado. Aunque es una afirmación obvia, debemos señalarlo porque la naturaleza de este cambio es única en la historia humana. En el pasado, la revoluciones populares, las guerras entre Estados, los movimientos intelectuales y artísticos dinamizaban a la sociedad y transformaban la cultura y el estilo de vida. Pero ahora, al iniciar la segunda década del siglo XXI, es la tecnología informática y su constante y vertiginosa evolución la que esta cambiando nuestra sociedad, nuestros valores y nuestra forma de concebirnos.
Ahora el universo digital del internet, los e-mail y las redes sociales están redefiniendo múltiples cosas y conceptos, desde lo que es una relación interpersonal hasta lo que entendemos por aprendizaje, conocimiento y comunicación.
Hasta finales del siglo pasado las relaciones humanas eran llevadas y se desarrollaban como hacía siglos, privando el contacto personal, el acercamiento persona a persona, y sobrellevando los inevitables momentos de separación, entre cortos y extensos, pero añadiendo a la relación aquello de incertidumbre y confianza. Hace unos cuantos lustros el aprendizaje autodidacta del Homo Sapiens partía sobre todo de libros, artículos y, talvez, resúmenes escritos anteriormente, por lo que al estudiante le quedaba la tarea de investigar dichos documentos, encontrarlos leerlos y resumirlos, con lo que ya realizaba una actividad mínima de conocer y comprender.

Estos dos eventos y realidades mencionadas están, hoy por hoy, totalmente transformadas por las nuevas tecnologías. Ahora para el Homo Digitalis la relaciones humanas se basan en la conectividad a cada instante y, en el fondo, están llenas de desconfianza, que sale a flote por la capacidad de fiscalizar las acciones de la otra persona. Celulares, redes sociales, etc., permiten tener contacto con nuestros "amigos" prácticamente a toda hora del día, lo que genera una sensación de control opresivo y de celos individuales. En las relaciones interpersonales ya no parece importante el encuentro real, sino una convivencia virtual, una idealización a distancia del otro, con el consecuente falseamiento de la propia imagen en el "ego digital" de los perfiles y avatares falsos que pululan la web. Ahora tu valor como persona se ve en el diseño de tu perfil, tus comentarios, tus fotos, y cuanta gente tienes agregada a tus redes sociales. Esos parámetros son tomados en cuenta por tus futuras "amistades" y eso te vuelve, ahora, "popular".
Por lo tanto el Homo Digitalis pasa mucho tiempo frente a una computadora, laptop, tablet o smartphone, pendiente de su red o redes sociales, de las actividades de sus contactos, de actualizar sus estados, de escribir post, etc. Para el Homo Digitalis el concepto de privacidad es borroso, tenue. Tenemos personas totalmente tímidas en el mundo real y que en la web, con el disfraz de un perfil, pueden decir lo que sea, colgar cualquier tipo de foto, opinar de la forma más visceral, sin ningún tipo de remordimiento.

En cuanto al aprendizaje, el acceso a infinidad de datos, muchos de ellos ya elaborados, ha vuelto al aprendizaje, a la capacidad de análisis de los estudiantes de estos días en algo muy reducido. Simplemente el estudiante, como Homo Digitalis, no necesita resumir, analizar, pensar, puede hallar practicamente cualquier tarea que se le haya dejado en algún lugar de la cuasi infinita web, presenta dicho trabajo sin ningún tipo de asimilación, perdiendo el verdadero objetivo de la tarea y cumpliendo solamente con el mero requisito sumativo de ganarse una nota.
Esto genera en los estudiantes una progresiva lentitud mental, una incapacidad para analizar y realizar resumenes, ensayos, mapas conceptuales, esquemas y cualquier otro tipo de tratamiento al texto. Si no lo encuentran ya hecho en internet simplemente no lo hacen. También se da el fenómeno que algunos estudiantes ponen el tema de la tarea en el buscador y la primera opción que le salga (casi siempre wikipedia) y automáticamente copia o imprime todo sin leer siquiera el texto. Todo lo que lleva a un trabajo mediocre que el mismo estudiante no entiende.
Por lo tanto, el conocimiento ahora se reduce a "saber" utilizar los buscadores en la web para encontrar el material adecuado y copiarlo simplemente, no hay procesamiento, no hay originalidad. Esto puede verse hasta en la calidad de la literatura y del cine para masas que disminuye su discurso para volverlo repetitivo pero popular, perdiéndose el concepto de arte que tienen ambos elementos.

Otro aspecto digno de referirse del Homo Digitalis es su creciente dependencia a los diferentes tipos de smartphones, los cuales se están llenando de apps y gadgets para entretener y "facilitar" la vida diaria. Lo que convierte estos aparatos de simples dispositivos de comunicación en verdaderas oficinas portátiles para profesionales o centro de juegos y multimedia para los más ociosos. Lo curioso que entre más lo facilita más se vuelve una dependencia. Y lo irónico, los últimos teléfonos del mercado se usan para muchas cosas pero no para realizar llamadas...

Lo interesante de todo este proceso es su inevitabilidad. Aunque surjan retrogradas que se nieguen a la utilización de las nuevas tecnologías su imposición en todos los ámbitos de la vida (laboral, educativo, económico, etc...) hará que dicha resistencia pasiva se vuelva fútil, y que hasta el más recalcitrante tenga necesidad de incluirse en la era digital. La evolución cultural no es algo que, como seres humanos, podamos decidir seguir o no, simplemente ocurre. Cierto, siempre existirá la llamada brecha digital que separa a las actuales generaciones totalmente inmersas en esta mundo digital, y a las anteriores que lo desconocen y que se mueven en el como inmigrantes ilegales. Pero esta brecha esta condenada a desaparecer en el paso constante del tiempo, cuando las últimas generaciones del Homo Sapiens se extingan y sólo queden en la tierra Homo Digitalis nacidos cuando ya la tecnología informática, las computadoras, los smartphone, la web, dominan el mundo cultural, económico, político y..., cualquier otro que surja.

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