En los últimos tiempos somos testigos de un crecimiento de las posturas de ultraderecha, tanto en el viejo continente, como en los Estados Unidos. Una postura que se conjuga con xenofobia, racismo, proteccionismo comercial, anti internacionalismo y anti migrantes. Este crecimiento de elementos políticos que hasta hace unas décadas eran juzgados y marginados, y conformaban minorías apenas toleradas, ahora ya son punto de poder, grupos que están decidiendo sobre las políticas de sus países.
Ya son varios los análisis que intentan señalar y reseñar este fenómeno político que, no es para nada nuevo, sí se presenta como algo inesperado.
Este resurgir de la ultraderecha más recalcitrante ya lleva dos momentos de consulta popular en las que, sorpresivamente, ganó. El primero es el llamado "Brexit" o la salida de la Unión Europea del Reino Unido, dando fuerza a las posturas eurofóbicas y aislacionistas de grupos como el de Nigel Farage y su partido nacionalista. El otro gran evento, y muy reciente, es el increíble gane del republicano Donald Trump de la presidencia de la superpotencia Estados Unidos. Con 290 votos del colegio electoral frente a 228 conseguidos por su contrincante, la ex-primera dama y ex-secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha supuesto un terremoto político y económico no solo en la nación norteamericana, sino también en américa latina y en los aliados europeos de la superpotencia.
Así, Gran Bretaña y Estados Unidos se unen a la ola de ultraderecha que ya se ha hecho presente en Francia, Austria, Finlandia, Grecia y hasta en Suiza, normalmente considerada neutral y con una economía estable y sin grandes problemas de migrantes ni atentados terroristas.
Porque en estos dos elementos es donde algunos ven el crecimiento de estas posturas que rayan el fascismo. El problema migratorio creciente en Europa, desde Gibraltar y, luego por la legislación de la zona Euro, lo lleva por muchos países y rápidamente; aumentado por los refugiados de medio oriente y la creciente comunidad musulmana. A todo esto los continuos ataques terroristas en Francia, Alemania y otros países del continente están llevando la xenofobia a extremos que se están traduciendo en votos y triunfos electorales.
En Estados Unidos estos problemas están más presentes aún, con la llegada diaria de miles de migrantes desde la frontera con México, su posición abanderada en la lucha contra el terrorismo y sus intervenciones en países árabes. Todo lo cual no ha hecho más que acrecentar la paranoia.
En ambos ambientes, Europa y Norteamérica, líderes carismáticos están aprovechándose de ese miedo, de la crisis económica, de la pérdida de privilegios laborales, para crecer y guiar ese odio y pánico social hacia victorias electorales.
Ahora bien, hay una forma de ver este fenómeno que no ha recibido el suficiente análisis. Que es parte del título de este post. El primer mundo durante siglos se ha visto beneficiado por el saqueo directo e indirecto de los recursos económicos, materiales y laborales del tercer mundo. Y es de éste mismo Tercer Mundo de donde están saliendo todas las victimas de ese subdesarrollo creado y/o permitido por las potencias.
Esos miles y miles de migrantes que llenan los pasos fronterizos hacia las zonas de mayor prosperidad económica, simplemente escapan de la situación de caos, pobreza, inseguridad y desorden político que la ya mencionada sobre explotación de recursos por parte de las multinacionales les deja a los países del Sur.
Estos flujos migratorios no disminuyen ni con el peligro constante del trafico de personas, ni con las medidas, la mayoría de las veces inhumanas, de los países para proteger sus fronteras, ni por las supuestas mejoras en sus naciones de origen. Esto se une a elementos culturales para que los migrantes se estén convirtiendo en poblaciones con mayor crecimiento en las regiones donde se asientan.
Ante esta perspectiva los grupos ultra conservadores de dichos países en vez de dar la bienvenida a este inevitable proceso, a buscar una verdadera integración cultural y racial, y de, con esa bienvenida, solventar un poco los abusos de sus gobiernos y empresas, en lugar de todo eso, se levantan con muros, fronteras y persecuciones. Todo esto porque no quieren hacerse responsables de la pobreza y exclusión que dichos migrantes sufren.
En definitiva este crecimiento de la derecha extrema, de las posturas casi fascistas, es la última respuesta, desesperada del primer mundo por alejar las consecuencias de sus políticas imperialistas y colonialistas. Una salida desesperada que al fin y al cabo sólo será un recurso infructífero y que simplemente atrasa un poco lo inevitable.
BOOMERANG!
ResponderEliminarExacto Ana, un efecto de regreso de todo aquello que han permitido que pase a otros, y ese miedo, esa culpa, los lleva a tomar estas posturas tan inhumanas. Gracias por tu comentario saludos
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