- Ya está todo listo!
Era la enésima vez que escuchaba eso, en respuesta a su enésima pregunta. A pesar de ello, esas palabras no lo tranquilizaban del todo. Aunque hacía un mes que sabía de la visita del Presidente Obama al país, y por lo tanto, a esa Embajada; y llevaba todo ese tiempo preparándose, él, como Jefe de Personal de la Embajada de los Estados Unidos de América en El Salvador, sentía que algo faltaba.
Afortunadamente no se había contagiado de la manía salvadoreña de dejar todo para el final, llevaba dos semana arreglando puertas, limpiando ventanas, lavando excusados; sacando brillo a espejos, adornos, platos, cubiertos; quitando motas de los sofás, las sillas, las alfombras; revisando los uniformes, las insignias, los trajes, las medias, y los escritorios de los empleados. Se habían podado los jardínes, pintado donde hizo falta, pulido las lámparas, las cerraduras, la cristalería, etc, etc, etc.
Realmente, un día de la visita, parecía todo listo.
- Bueno - dijo el Jefe de Personal, en ese tono de complaciente autoridad que le gustaba usar - última revisión de personal, todos ordenados en el jardín, por favor.
Las decenas de empleados, oficinistas, asesores, secretarias, abogados, agregados culturales y militares, jardíneros, etc. Todos en filas, con uniformes y vestidos totalmente limpios, sobrios, perfectos.
El Jefe de Personal pudo sentirse más tranquilo, al ver a esas decenas de rostros tranquilos y confiados. Todas y todos mostrando la seguridad de la experiencia en sus sonrosados rostros, mostrando su profesionalismo y determinación en sus ojos azules, grises...
- Un momento! - murmuro el Jefe de Personal - rostros sonrosados, ojos azules, ojos grises, piel blanca, trigueña, cabellos rubios, castaños, lisos. Un momento - el Jefe no salía de su espanto, buscaba entre las filas de sus subordinados algo, lo ansiaba con la mirada, lo perseguía pero no lo encontró, y su rostro dio paso al pánico.
- No tengo ni un tan solo empleado afroamericano! - pensó, luego rapidamente, abandonando el tono complaciente por uno de casi alarma - eso es todo pueden retirarse.
Todas y todos, salieron hacía sus puestos de trabajos, un poco consternados por las miradas del Jefe de Personal. Él, mientras, se había quedado solo, pensando:
"¿Cómo pude olvidar contratar afroamericanos para la Embajada? - recuerdo que hubo un par de solicitantes, pero que no fueron tomados en cuenta por sus capacidades y sus estudios - también habían empleados de color, pero ya se jubilaron - ahora resulta, que cuando el primer presidente afroamericano visita su embajada, ésta parece un bastión de los prejuicios sureños - el Presidente no dirá nada, pero lo anotará mentalmente, luego, dentro de algunas semanas, sentado en la oficina oval, hará una llamada a la Embajadora, le dirá su desconcierto y élla dirá que vale la pena investigarlo, y entonces me llamará a su despacho y me despedirá por racista, por falto de integración racial en pleno siglo XXI, por derechista, por supremacista blanco por...."
El Jefe de Personal seguía en sus cavilaciones, caminando de un lado a otro en el parqueo, intentando hallar la solución... Sus pasos se hundían cada vez más en el suelo. Pero, al final, se le ocurrió algo:
"¡Eso es!, el jardínero tiene unos ayudantes eventuales que son morenitos! puedo pedirle que los llame mañana y que vengan, les conseguiré unos trajes y los pondré en las últimas filas de los empleados de oficina, y cuando estemos en la bienvenida del Presidente el los mirará siquiera de reojo. ¡Bien! esa es la solución!!"
Con esos pensamientos, el Jefe de Personal, se puso más tranquilo, entró a los edificios y llamó al jardínero, le planteó la situación y estuvo de acuerdo en ayudarle en eso. Ya en la tarde, el Jefe de Personal, pudo descansar un poco, relajándose para tener la mejor cara durante la visita de mañana, una visita que sentirá eterna.
Era la enésima vez que escuchaba eso, en respuesta a su enésima pregunta. A pesar de ello, esas palabras no lo tranquilizaban del todo. Aunque hacía un mes que sabía de la visita del Presidente Obama al país, y por lo tanto, a esa Embajada; y llevaba todo ese tiempo preparándose, él, como Jefe de Personal de la Embajada de los Estados Unidos de América en El Salvador, sentía que algo faltaba.
Afortunadamente no se había contagiado de la manía salvadoreña de dejar todo para el final, llevaba dos semana arreglando puertas, limpiando ventanas, lavando excusados; sacando brillo a espejos, adornos, platos, cubiertos; quitando motas de los sofás, las sillas, las alfombras; revisando los uniformes, las insignias, los trajes, las medias, y los escritorios de los empleados. Se habían podado los jardínes, pintado donde hizo falta, pulido las lámparas, las cerraduras, la cristalería, etc, etc, etc.
Realmente, un día de la visita, parecía todo listo.
- Bueno - dijo el Jefe de Personal, en ese tono de complaciente autoridad que le gustaba usar - última revisión de personal, todos ordenados en el jardín, por favor.
Las decenas de empleados, oficinistas, asesores, secretarias, abogados, agregados culturales y militares, jardíneros, etc. Todos en filas, con uniformes y vestidos totalmente limpios, sobrios, perfectos.
El Jefe de Personal pudo sentirse más tranquilo, al ver a esas decenas de rostros tranquilos y confiados. Todas y todos mostrando la seguridad de la experiencia en sus sonrosados rostros, mostrando su profesionalismo y determinación en sus ojos azules, grises...
- Un momento! - murmuro el Jefe de Personal - rostros sonrosados, ojos azules, ojos grises, piel blanca, trigueña, cabellos rubios, castaños, lisos. Un momento - el Jefe no salía de su espanto, buscaba entre las filas de sus subordinados algo, lo ansiaba con la mirada, lo perseguía pero no lo encontró, y su rostro dio paso al pánico.
- No tengo ni un tan solo empleado afroamericano! - pensó, luego rapidamente, abandonando el tono complaciente por uno de casi alarma - eso es todo pueden retirarse.
Todas y todos, salieron hacía sus puestos de trabajos, un poco consternados por las miradas del Jefe de Personal. Él, mientras, se había quedado solo, pensando:
"¿Cómo pude olvidar contratar afroamericanos para la Embajada? - recuerdo que hubo un par de solicitantes, pero que no fueron tomados en cuenta por sus capacidades y sus estudios - también habían empleados de color, pero ya se jubilaron - ahora resulta, que cuando el primer presidente afroamericano visita su embajada, ésta parece un bastión de los prejuicios sureños - el Presidente no dirá nada, pero lo anotará mentalmente, luego, dentro de algunas semanas, sentado en la oficina oval, hará una llamada a la Embajadora, le dirá su desconcierto y élla dirá que vale la pena investigarlo, y entonces me llamará a su despacho y me despedirá por racista, por falto de integración racial en pleno siglo XXI, por derechista, por supremacista blanco por...."
El Jefe de Personal seguía en sus cavilaciones, caminando de un lado a otro en el parqueo, intentando hallar la solución... Sus pasos se hundían cada vez más en el suelo. Pero, al final, se le ocurrió algo:
"¡Eso es!, el jardínero tiene unos ayudantes eventuales que son morenitos! puedo pedirle que los llame mañana y que vengan, les conseguiré unos trajes y los pondré en las últimas filas de los empleados de oficina, y cuando estemos en la bienvenida del Presidente el los mirará siquiera de reojo. ¡Bien! esa es la solución!!"
Con esos pensamientos, el Jefe de Personal, se puso más tranquilo, entró a los edificios y llamó al jardínero, le planteó la situación y estuvo de acuerdo en ayudarle en eso. Ya en la tarde, el Jefe de Personal, pudo descansar un poco, relajándose para tener la mejor cara durante la visita de mañana, una visita que sentirá eterna.
JAJAJAJA-..-- TA BIEN... PERO.... PORQUE AL FINAL PORQUE EN UN RINCON, ENTONCES EL PRESIDENTE DIRA, ESTA MARGINANDOLOS POR MORENITOS... AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA NO PUEDE SER.... SIEMPRE RECIBIRA LA LLAMADA DE LA CASA OVAL....JAJAJAJAJA
ResponderEliminarSi, Obama se enojaría si solo son jardineros. Convendría disfrazarlos. Recomiendo que todos se quiten la barba para no parecer medioorientales.
ResponderEliminarSe lee de principio a fin. Fluido. Se siente y se ve.